domingo, 13 de julio de 2014

Mis 30 obras imprescindibles de la ciencia-ficción (II).

EL FIN DE LA ETERNIDAD (The End of Eternity, 1955), de Isaac Asimov.

Uno de los trabajos más importantes de Asimov es también uno de los más atípicos, en este caso sin robots ni fundaciones. Ya lo comentamos por aquí. Se trata de una muy entretenida novela sobre viajes en el tiempo en la que una organización, la Eternidad, se dedica a modificar a su antojo la historia de la humanidad para evitar males innecesarios. Pese a lo dicho al principio, Asimov logra hacer encajar la obra "in extremis" en su universo literario.



22-11-63 (11-22-63, 2011), de Stephen King.

Habrá quien esté pensando que Stephen King tiene poco que ver con los demás libros de este personal hit parade, aunque cualquier duda al respecto quedará respondida al leer esta novela, una de las mejores del autor de Maine, que no es decir poco. ¿La trama? Un local de fast-food con un inexplicable túnel del tiempo en la despensa, que conduce a un punto exacto del año 1958 tantas veces como se quiera pasar por él, y a través del cual pueden hacerse cosas tan dispares como comprar todos los días el mismo trozo de carne para hamburguesas a precio de la época, o esperar unos añitos e intentar salvarle la vida a Kennedy. Ahí queda eso.



A VUESTROS CUERPOS DISPERSOS (To Your Scattered Bodies Go, 1971), de Philip José Farmer.

Aunque el tono ligero de esta novela está más cerca del pulp de principios de siglo que de lo que podía esperarse en los años setenta, Farmer logra unas cotas de adhesión enormes por parte del lector, entre otras cosas porque, en medio del batiburrillo de personajes célebres y anónimos de todas las épocas (todos misteriosamente resucitados en un valle paradisíaco de un planeta desconocido, en un futuro remotísimo) estamos también todos los lectores. Cada vez que el autor te lo recuerda en el prólogo, te entra un pequeño escalofrío. Con esta novela comienza la magnífica saga El mundo del río, cuyas siguientes entregas tampoco tienen desperdicio.



TROPAS DEL ESPACIO (Starship Troopers, 1959), de Robert A. Heinlein.

Novela polémica donde las haya (ya comentada en el blog), una de las esenciales de un autor también muy controvertido, Tropas del espacio mantiene al lector en una constante incógnita. ¿Pretende defender Heinlein una especie de utopía fascistoide, descrita con el detalle de quien quiere convencerte, y basada en un estado de guerra permanente contra cualquier raza extraterrestre que se ponga a tiro? ¿Debemos entender que el autor está jugando con nosotros a base de sarcasmo? La adaptación al cine que se estrenó en los noventa se decantó claramente por la segunda opción, pero la novela no pone las cosas tan fáciles.



MUNDO ANILLO (Ringworld, 1970), de Larry Niven.

Agitemos en una coctelera a Julio Verne y a George Lucas, y probablemente obtendremos algo en esta línea. Exóticas razas extraterrestres que comparten una aventura épica a escala cósmica, y una obra de ingeniería cuya descripción ocupa tres cuartas partes del libro (un colosal anillo cuya cara interna es habitable y cuya circunferencia ocupa toda la órbita que describiría un planeta normal alrededor de una estrella) pueden hacer las delicias de quienes gozamos sintiendo ese positivamente infantil "sentido de la maravilla" de las grandes obras de aventuras de toda la vida. Es una lástima que, una vez queda descrito el Mundo Anillo, las peripecias que los protagonistas viven en él resulten un pelín rutinarias. En cualquier caso, es una obra con varias secuelas que, para mí, merecen su oportunidad.



LA GUERRA INTERMINABLE (Forever War, 1974), de Joe Haldeman.

Para algunos es un "déjà vu" de la antes mencionada Tropas del espacio, pero yo creo que La guerra interminable no se centra tanto en las bondades o maldades del conflicto inerplanetario en sí, sino en cómo afrontan su vida civil los soldados veteranos que, preservada su edad física durante sus viajes espaciales gracias a las leyes de la Relatividad de Einstein, cada vez que están de permiso encuentran en la Tierra una sociedad mucho más evolucionada en la que parecen no encajar, en la que se han quedado desfasados. A modo de pistas sobre la trascendencia del libro, solamente diremos que Haldeman combatió en la Guerra de Vietnam, y que merece la pena tener en cuenta la fecha de publicación de la obra. En los ochenta, Joe Haldeman volvería a recibir premios y alabanzas por una especie de reelaboración actualizada de este libro, que se tituló Paz interminable.



BÓVEDAS DE ACERO (The Caves of Steel, 1953), de Isaac Asimov.

La segunda serie de novelas más importante después de la saga de las fundaciones, dentro de la trayectoria de Asimov, es la conocida como Serie de los robots. Una vez más, la encontramos anclada firmemente en el mismo universo en el que se moverán milenios más tarde Hari Seldon y su Psicohistoria, pero en este caso nos encontramos cara a cara con esos androides fríos pero educadísimos que tanta fama dieron a los cuentos del escritor de las patillas. Esta novela en concreto, escrita en clave policíaca (un estilo que Asimov ha utilizado disimuladamente en obras que nada tienen que ver), reúne en una única aventura a dos detectives muy distintos: uno humano y cínico a lo Bogart (Elijah Bailey) y otro robot, analítico a lo Sherlock Holmes (R. Daneel Olivaw), enfrentados a un crimen que no solamente puede poner en peligro la estabilidad de la galaxia, sino que deberá resolverse teniendo en cuenta las ya famosas Leyes de la Robótica tantas veces enumeradas en las obras de Asimov. Aunque no he leído toda la serie, lo cierto es que la segunda parte, El sol desnudo, es tan buena como la que nos ocupa.



LA GUERRA DE LOS MUNDOS (The War of the Worlds, 1898), de H. G. Wells.

El clásico entre clásicos si se trata de invasiones extraterrestres. Todavía, a las alturas que estamos, cualquier libro o película que surge sobre el tema sigue siendo, en esencia, una variación sobre la ambientación apocalíptica y la estructura narrativa de la obra de Wells. O sea:
1. Llegan los aliens y machacan nuestras metrópolis con armas poderosísimas, derrotándonos en seguida.
2. Intentamos un contraataque, aunque la supervivencia y la búsqueda / protección de los seres queridos es lo prioritario. La cosa no pinta bien.
3. Acabamos venciendo en el último momento mediante alguna argucia inverosímil o, directamente, por casualidad.



EL FIN DE LA INFANCIA (Childhood's End, 1953), de Arthur C. Clarke.

El maestro Clarke aportó en su día la que es, seguramente, la otra cara de la moneda arrojada por H. G. Wells en el libro antes comentado. Aquí los alienígenas son bienintencionados, o mejor dicho, están tan avanzados científica, social y éticamente que terminan por convencer a los humanos, por las buenas y sin subterfugios, de que su tutoría es más que conveniente para resolver los problemas de nuestro mundo. Lo malo es que, aun sin que eso signifique que sus segundas intenciones sean malvadas, los extraterrestres guardan un par de secretos bastante aterradores... el primero de ellos, su mero aspecto físico, que intentan ocultarnos a toda costa. El fin de la infancia, aun contando con algunos elementos más propios de la sci-fi antigua que de la moderna (la división suele situarse en los años setenta), resulta una obra impresionante por su dimensión humanística, y por contar con uno de los finales más conmovedores e inquietantes jamás escritos.



UBIK (Ubik, 1969), de Philip K. Dick.

Ubik posee todas las características que el público general asocia con el estilo de K. Dick: dilemas de identidad (¿estoy yo muerto? ¿lo estás tú? ¿es esto real o solamente sucede en mi cabeza?), un futuro hipertecnológico asfixiante, multinacionales dedicadas a trabajos insólitos, retorcidos giros argumentales y, sobre todo, acción frenética y muy abundante. Junto con El hombre en el castillo, Ubik es probablemente la otra novela de Philip K. Dick que incluso los no aficionados a la ciencia-ficción deberían leer cuanto antes.

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