miércoles, 25 de septiembre de 2013

Capítulo 30: LA ISLA DEL DOCTOR CRICHTON


Se ha estrenado recientemente en cines la versión 3D de Jurassic Park, clásico del cine popular donde los haya, y que a su vez se basa en uno de los títulos emblemáticos de eso que lleva la etiqueta de "best seller" y que puede referirse a prácticamente cualquier cosa, de cualquier género y con cualquier intención.

El autor del libro fue Michael Crichton, quien durante unos años antes y después de aquel, su mayor éxito, se mantuvo con firmeza en el podio de los escritores de "thrillers tecnológicos" más leídos en aeropuertos y metros del mundo entero. No es que tengamos que dejar al margen otros títulos de renombre como La amenaza de Andrómeda (1969) o El hombre terminal (1972), y tampoco su estupenda incursión en el cine como director de El primer gran asalto al tren (1979)... pero lo de Jurassic Park (publicado en 1990) fue verdaderamente enorme en cuanto a su repercusión en la cultura popular.

Michael Crichton

Que sí, que el boom de los dinosaurios debe más a la mercadotecnia de un muy inspirado Steven Spielberg que a cualquier otra cosa, pero quienes descubrimos la novela de Crichton en medio de aquella parafernalia mediática nos quedamos muy gratamente sorprendidos. Jurassic Park es un libro realmente excelente, una de estas escasas obras de la ciencia-ficción que, pasados los años de la edad de oro de Asimov y similares (y no viniendo de un autor enrolado entre los especialistas), parece capaz de retrotraernos a aquellos tiempos primitivos en que cada nueva obra era todo un ejercicio de creatividad teórica sobre la ciencia y la tecnología.

Prácticamente estamos hablando de los tiempos de Julio Verne, de H.G. Wells, de Aldous Huxley, e incluso de Mary Shelley, cuando se idearon los conceptos básicos de los que después beberían los autores del género ya consolidado: viajes en el tiempo, distopías, máquinas imposibles, doctores locos jugando a crear vida... De algún modo, Michael Crichton logró dotar de magia, de sentido de la maravilla, a algo que hasta aquel momento pertenecía al mundo de los laboratorios, envuelto en una jerga hermética: la ingeniería genética, que en el libro sirve para clonar bestias del pasado remoto a partir de sangre fósil. Y no hablemos de la teoría del Caos, que es utilizada como hilo conductor, en boca del doctor Ian Malcolm, para explicar -a fin de cuentas- la terrible posibilidad de que estos monstruos de Frankenstein vuelvan a conquistar la Tierra. Lo cierto es que la novela profundiza bastante más en ambas cosas que la película, de modo que no podríamos hablar de que sean obras intercambiables.

 Cartel de la película, por si alguien no lo conocía.

Y lo mejor de todo el asunto de Jurassic Park, libro y película si se quiere, lograron de algún modo el propio milagro tecnológico que proponían: la "resurrección" de los dinosaurios, unas criaturas fascinantes que, por lo general, se apolillaban años antes en forma de ilustraciones "kitsch" en libros de texto amarillentos. Pocas veces antes de aquellos primeros noventa habían jugado así los niños con sus triceratops y braquiosaurios de plástico, y nunca tantos infantes habían sido capaces de memorizar listas de nombres técnicos en latín que otrora hiciesen palidecer a los estudiantes de paleontología. Los dinosaurios resucitaron para la cultura de masas, y todavía no se han ido. Qué buenos recuerdos.

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