lunes, 29 de abril de 2013

FANTASMAS, DE PAUL AUSTER

He leído tantas novelas negras que ya creía el género agotado, así que me lancé con la Trilogía de Nueva York de Paul Auster, que dio en los ochenta una vuelta de tuerca al género creando una nueva figura del investigador: la del detective metafísico. Ya cuando empezamos con este blog, El Conde hizo una entrada genial sobre la figura del detective en la que mencionaba estos relatos, y no ha sido sino por sus siempre buenas recomendaciones que compré el libro y lo leí (tres años más tarde!!)  Fantasmas, abunda más en la peripecia de esa labor de vigilancia que ya teníamos en La ciudad de cristal, en la que el detective se olvida de sí mismo, ensimismado en el otro, como metáfora de la lectura, con referencias al Walden de Thoureau. Este cuento para hablar del metalenguaje trataba ya de un lenguaje oculto y olvidado tras Babel. En Fantasmas, los nombres de los personajes son sustituidos por colores, y el señor Azul es un personaje que tiene un cometido, atrapado en un cuento de misterio del que sólo hay una salida posible para poder dar fin al relato y descansar. Más bien pareciera que Auster explora la narración desde un punto de vista mágico, en el que al ir creando y leyendo, uno acaba atrapado en un maleficio o en una especie de sueño lúcido.  Me recuerda mucho al universo que crearon Dustin Hoffman e Isabelle Huppert en la película "Extrañas coincidencias".

miércoles, 24 de abril de 2013

ARGÓNIDA, MÁGINA, y REGIÓN, la España FICTICIA

Reconozco que ni seguía a Andrade ni a Caballero Bonald ni sabía más de ellos antes de ser premiados con los máximos galardones literarios de este país,  que los títulos de los libros en la biblioteca. Recuerdo ese  de Toda la noche oyeron pasar pájaros como un título enigma que invitaba a saber qué pasaba esa noche y por qué se limitaban a escuchar. Luego he sabido que Bonald desarrolla todas sus novelas en el Coto de Doñana, al que, como si fuera Terabithia, él transmuta en un pueblo imaginario de Andalucía, un espacio natural salvaje, amenazado por el progreso. Eso me ha hecho interesarme por Bonald, porque me gustan las geografías imaginarias. Antonio Muñoz Molina hizo lo mismo con Mágina, 
una ciudad ficticia de la Andalucía preindustrial y gris del franquismo, que aparece por primera vez  en Beatus Ille y sirve de escenario a posteriores. Además de Macondo de García Márquez (que parece que está muy malito)  quizá algún día debamos visitar también Región de Juan Benet

martes, 23 de abril de 2013

LOS CHICOS QUE COLECCIONABAN TEBEOS

Nunca había leído una novela "generacional" de la que de veras me sintiera parte. Pero esta novelilla me ha atrapado desde mis recuerdos, para definirme como "de la generación fórum". Todo estaba ahí, y gran parte de esas cosas las había olvidado, incluso el juego de siluetas intercambiables de monstruos y alienígenas de Geyper o la portada del 17 forum de "Los Nuevos Vengadores". Siguiendo una estructura parecida a "El Cuerpo" de Stephen King y cambiando la Literatura de "Deconstructing Harry" de Woody Allen por los cómics, frase final incluida, a mí los cómics también me han roto el corazón, pero reconozco que marcaron mi adolescencia. El número que no encontrabas, los especiales de Verano, la búsqueda por los kioscos, el estreno de Batman de Tim Burton, el VHS, las TDK  etc. Y he disfrutado de verdad, tanto, que es la primera vez que considero que su publicidad y bombo eran totalmente sinceros: Del viaje que va desde la serie de TV "V" y sus cómics en la revista Teleindiscreta al estreno de Los Vengadores, hay miles de historias y vivencias que darían para muchas más entregas. Quiero una continuación que deba llamarse "Los hijos de los chicos que coleccionaban tebeos". Pero claro, para que se escriba con la magia de ésta, quizá debieran  volver a pasar 35 años. 
Todo esto ocurrió. Si lo has olvidado, tienes que leerlo.

viernes, 19 de abril de 2013

Capítulo 29: HOMERO DESENCADENADO

Portada original de Ilión.

Acabo de terminar, después de más tiempo del que pensaba, el díptico Ilión y Olympo, del norteamericano Dan Simmons. Me ha costado trabajo acabarlos, más por su longitud que por la dificultad de su lectura, pero las impresiones no pueden ser mejores. Cuando leí el gran clásico de Simmons, Hyperion, pensé sinceramente que se trataba de una de las mejores obras de ciencia-ficción con que me había topado. Su segunda entrega, La caída de Hyperion, posee una calidad enorme a la altura de su precedente, si bien gran parte de la magia de Hyperion -que se encuentra en su estructura- quedaba perdida, con lo que la historia quedaba un pelín descompensada. Cuando terminé Ilión hace unos meses, anonadado ante el despliegue brutal de imaginación de su autor, temí que Olympo pudiese quedar de nuevo opacado por su predecesor. Afortunadamente, me equivocaba.

Portada original de Olympo.

Publicados en 2003 y 2005, Ilión y Olympo mezclan la guerra de Troya tal como Homero la narrase en la Ilíada con una complicada trama que combina educados androides de corte asimoviano, entidades alienígenas salidas de La Tempestad de Shakespeare e intrincadas teorías sobre física cuántica, todo ello enmarcado en un multiverso tan imposible como fascinante. Sin desvelar excesivos datos argumentales, la cosa puede resumirse en cuatro tramas: 

1. La de los posthumanos, una raza humana futura tan evolucionada tecnológicamente que se ha permitido la extravagancia de tomar la forma y atributos de los dioses griegos e instalarse en el monte Olimpo de Marte, viajando en el espacio-tiempo hasta los días de Aquiles y Héctor y vigilando mediante la presencia de eruditos infiltrados en la guerra, (como esas asociaciones yankis que se reunen los fines de semana para recrear la Guerra de Secesión) que el poema homérico se desarrolle tal como lo conocemos. Una épica bestial en la que pequeñas variaciones  imprevistas se irán expandiendo como las ondas en el agua.

2. La de los humanos antiguos y corrientes, convertidos en algo así como los Eloi de La máquina del tiempo, que viven para el placer y la fiesta en un planeta Tierra adaptado a sus caprichos, y que en el pasado ha sufrido enormes cataclismos que nadie recuerda. Tendrán que reaccionar a tiempo cuando su idílica situación cambie radicalmente de un día para otro.

 Portadas de ediciones posteriores.

3. La de los moravecs, cultísimos cyborgs del Cinturón de asteroides que deciden tomar cartas en el asunto cuando la actividad cuántica del Sistema Solar se desboca. Simmons retoma aquí su idea de Hyperion sobre el mundo de las inteligencias artificiales que se han independizado pacíficamente del dominio humano.

4. La de Próspero, Calibán, Ariel y el bizarro monstruo Setebos, que irán urdiendo los hilos hasta enredar todas las demás tramas. Aquí prefiero no contar nada, entre otras cosas porque sigo intentado atar cabos en mi cabeza.

Portadas de dos de los cuatro tomos de la edición en castellano, en bolsillo.

La impresión general es que Dan Simmons vuelve a reivindicarse como el más potente autor del género en la actualidad, entre otras cosas por la osadía que supone la mezcla de argumentos antes descrita, y sobre todo por combinar con mágica eficacia aventura, acción, fantasía, humor, amor y algo de sexo, sacando punta de paso a personajes tan jugosos como los mismísimos Odiseo, Zeus o Helena de Troya. Algunos giros argumentales (pese a lo deliciosamente inverosímil de las situaciones) hacen erizarse los vellos de uno. Simmons certifica de una vez por todas -y creo que nadie lo ha hecho tan claramente antes- que la ciencia-ficción, manejada con talento, sirve para contar cualquier tipo de historia, precisamente porque dentro de sus límites cabe absolutamente cualquier cosa. Y qué bien te lo pasas.

jueves, 11 de abril de 2013

FALLECE JOSÉ LUIS SAMPEDRO

Lejos de los epitafios hagiográficos de el autor de "El río que nos lleva", al que todo el mundo ahora recordará a través de su impulso vital al movimiento 15M , yo voy a ir muy lejos en mi recuerdo personal del autor. Estaba en 2º de BUP, tenía 15 años, y debí de caerle en gracia a una profe interina del instituto, que me regaló dedicado "La Sonrisa Etrusca", porque, según rezaba la dedicatoria "le había sido muy grato darme clase" . Como a esa edad yo juzgaba a un libro por las portadas, y estaba más embebido en saber si Cable era el hijo del futuro de Scott y Jean, que en la historia del abuelo que quiere dejar un legado a su nieto, mi lectura fue muy superficial. Tanto,
 como para poder comentar algunos aspectos con la profesora, y ver que le agradecía ese libro. Un año más tarde, cuando lo releí con detenimiento, quedé atrapado en los diálogos del anciano sentenciado a muerte, con su enfermedad. Y lloré con la última línea del libro, que en definitiva trata del sentido de la vida. Y no recuerdo ni el nombre de la profesora, porque su firma era indescifrable.  Pero gracias  al autor, por la lección que no supe aprender, y a la profesora interina dondequiera que esté.