miércoles, 15 de febrero de 2012

LAS MINAS DEL REY SALOMÓN


Llena de todos los tópicos de la novela colonialista inglesa, la obra de Haggard posee cacerías de elefantes, travesías por el desierto, golpes de estado en tribus indígenas, malvadas hechiceras, y batallas por doquier. Lo curioso es que el autor plantea que el camino hasta las minas de los diamantes que ignoran los kukuanos, fue hecho por egipcios o incluso una civilización anterior, lo que convierte al escritor en una especie de precursor de Von Daniken. Respecto al héroe, Allan Quatermain parece que tiene siempre esa descripción crepuscular de entrega a una última aventura (¿es que siempre va a ser un héroe cansado?) y sólo busca riquezas para ayudar a su hijo, que estudia en la Universidad en Londres. Allan Quatermain contiene los mismos ingredientes: largas descripciones, acción trepidante, cruentos combates «sólo para encontrar la muerte como el oleaje en los acantilados», y donde las voces humanas no pueden ser oídas «en medio del clamor de los aceros y de los aullidos de furia y de agonía». Por las Minas de Salomón pasaron también Tarzán, Maciste, e incluso Abbot y Costello y el Tío Gilito y los sobrinos. Son parte ya del imaginario colectivo. Por último, es curioso constatar que el recurso de engañar a la tribu haciéndose pasar por dioses que oscurecen el sol en un eclipse, fue directamente fusilado por Hergé para el álbum de Tintín: El Templo del Sol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario