miércoles, 1 de febrero de 2012

LA EVOLUCIÓN DEL DETECTIVE


En principio, el protagonista de la novela detectivesca era un ser excepcional y supercerebral, casi inhumano, que restauraba el orden social mancillado por un crimen. Tras Poe, Wilkie Collins y Gaston Leroux, aparecen los protagonistas delincuentes (Lupin, Raffles, Fantomas) que atacan a la sociedad ennoblecida robando a un criminal. El padre Brown, Mrs. Marple y Hércules Poirot dieron paso a individuos amorales e imperfectos ( de Hammet, Chandler o Mickey Spillane) que estaban dotados para la resolución detectivesca como medio de enfrentarse a una sociedad que los ha marginado. Aparece entonces la novela criminal, la novela negra en la que el protagonista revela la hipocresía de un mundo aparentemente perfecto. Una curiosa derivación es la del indagador fuera de época, por ejemplo, las tramas detectivescas en Roma (La plata de Britania, Lindsay Davis) o el futuro fantacientífico (Yo, Robot de IsaacAsimov)
En cualquiera de sus variantes, la novela criminal siempre tiene los elementos del Cluedo: Móvil, coartada, arma del crimen, interrogatorio, pistas. Y ha sido con los enigmas forenses o de espionaje dónde ha alcanzado su máxima sofisticación (la detective Kay Scarpetta de Patricia Cornwell) o su estefanización más popular (los e-book pulp de John Locke) Digamos que tocó techo con El nombre de la rosa en la que Umberto Eco hace guiños a todas sus convencionalidades, o con Agatha Cristhie y sus tramposos finales (Asesinato en el Orient Express, en el que todas las pistas de la novela son auténticas, ninguna falsa, o ¿Quién mató a Rogelio Ackroyd? que ya hizo Borges en tan sólo 5 páginas con Hombre de la esquina rosada)
Hoy día está rebalsada, y ya se ha dicho todo sobre su estructura, explotada en series de TV: Murder She Wrote, CSI, House etc. (cambiamos al asesino por una enfermedad, y House y Wilson son Holmes y Watson) En la actualidad estas novelas son un mero pasatiempo que juega a las pistas falsas y equivalen a "dale la vuelta si quieres saber". Se han escrito tantas, hay semana de Novela Negra de Gijón, premio RBA, ¿qué tienen que incluso estando Conan Doyle harto de ellas, la gente las ha seguido pidiendo? Pues que la resolución de los problemas aunque ficticios, causa relajación y todos queremos que los cabos aten, que todo concuerde. Eso proporciona un relax impostado. El hombre lucha contra la entropía. Pero el enigma final, el de la vida, el que sólo puede ser resuelto con Dios más allá de la muerte, atenaza. Todo ello está plasmado en un poema anónimo que Emilio Pascual, director de Cátedra, recibió poco antes de cerrar la edición de las obras completas de Sherlock Holmes. Se sospecha que el autor puede ser un conocido autor modernista, sin embargo, se deseó respetar el deseo del escritor (y de sus herederos) de permanecer incógnito y se aceptó con agrado infinito su particular homenaje a Holmes y Watson:

EL REENCUENTRO ENTRE HOLMES Y WATSON A LA MUERTE DEL PRIMERO:

No hay nada elemental, solo la muerte,
merece algún respeto:
la vida es tal recurso de la suerte,
que un fracaso es un reto.

Así que, amigo mío, no lamente
descubrir el secreto:
el tiempo aquí no sirve, sea valiente,
que yo soy su amuleto.

Y no se quede ahí mirando todo,
buscando explicaciones:
se respira mejor desde aquí fuera.

No hay nada elemental ni hay otro modo
para estas vacaciones:
vámonos, Holmes, el infinito espera.
Mi diálogo favorito entre Holmes y Watson (dejando de lado el curioso incidente del perro a medianoche o el Usted ve, pero no observa) es aquel en el que Holmes le advierte que va a soplar viento del este, un viento que nos barrerá a algunos, pero como es Dios quien mueve el viento, cuando amaine será un mundo nuevo y mejor.

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