martes, 14 de diciembre de 2010

¿Vivimos ya en el Mundo Feliz de Aldous Huxley?


Y es que vamos en camino, a tenor del indiferentismo religioso, el ocio a toda costa, anestesiados con películas de violencia fantástica. El sensorama son las 3D, y el soma son los ansiolíticos. La manipulación genética de embriones da algo de miedo, y la sociedad está estresada, apuntándose cada vez más a gimnasios cubiertos y dejando de lado el deporte al aire libre. Abducidos en redes sociales, sin el gran apagón de TV y ordenadores que necesita el hombre para volver a su estado natural. Da repelús pensar que esta novela se escribió en 1932. Aldous Huxley, quizás uno de los primeros escritores que usaron el movimiento futurista de principios del siglo XX para crear utopías morales, es decir, que dejan un mensaje preventivo sobre el posible futuro mediante una sociedad temible y repelente, había escrito otra distopía mucho menos obvia que la de Orwell, llamada Brave New World. En la sociedad de Huxley, la gente no teme al gobierno totalitario que tiene el poder sobre el mundo entero: lo ama.

Huxley encontró un sustituto ideal de Dios en Henry Ford por la invención de la cadena de montaje, tecnología que trajo al mundo la posibilidad de la creación masiva de productos y de la masificación de los bienes. Ford es fuente directa del consumismo, del utilitarismo. Y pensando en el sentido actual de la Navidad, no puedo sino preguntarme qué hace falta para recordar a la gente el verdadero significado de las cosas. Quizá por todo esto viene una crisis económica mundial, en la que, como siempre, habrá gente que piense "menos mal que no soy un gamma".

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