jueves, 29 de abril de 2010

EL MERCHANDISING DE ALATRISTE




¿Quién dice que los españoles no podemos construir una franquicia alrededor de lo que funciona? Además de la película, existe ya el segundo tomo en cómic de Alatriste con la intención de seguir adaptando las novelas, y está muy bien dibujado. Y otro producto curioso, es el juego de rol, con el que estudiar muy bien el contexto histórico del siglo XVII. Ha aparecido un Alatriste en miniatura, otro lujoso anotado, y no me extrañaría una futura edición de cátedra con un estudio previo. Este año Reverte ha sacado El Asedio, pero ya ha desvelado en una entrevista que en 2011 aparece el séptimo folletín del capitán. Ya sólo falta una línea de figuritas, con Alatriste, Gualterio Malatesta, el Gran Capitán Contreras, Iñigo, etc. Yo me compraría la de Quevedo.

martes, 27 de abril de 2010

LITERATURA PULP (I)


Existe mucha literatura de género pulp no publicada en papel, pero sí en e-book por la red. Es el caso de las aventuras de Doc Savage, de Kenneth Robeson, del que ya se puede descargar el primer libro en planetalibro.net.

¿Qué son los Pulps? Veamos lo que dicen en la página Los pulps, listada en los enlaces de la derecha:

Durante las primeras décadas del siglo XX apareció en EEUU un nuevo tipo de publicación, heredera directa del folletón decimonónico, que presentaba, editada en papel de calidad basta (conocida con el nombre de "pulp" o pasta de papel), una serie de contenidos de fácil lectura, en los que predominaba el suspense, la acción, el misterio y la fantasía.

Evolucionando desde los primeros magazines de Ciencia ficción y las revistas inglesas, surgen títulos que presentan novelas de terror, fantasía, ciencia ficción, o policiacas, siempre con un alto contenido de violencia y sexo (al menos para los cánones de principios del siglo pasado).

Con un formato grande, en torno al B5, a doble columna y con algunas ilustraciones, las revistas de Pulps hicieron soñar a toda una generación con monstruos indescriptibles, duelos épicos, mujeres de indescriptible hermosura y villanos de una maldad aterradora.

En sus páginas se publicaron las obras de H.P. Lovecraft, Clark Ashton Smith, R. E. Howard, E. R. Burroughs, Dashiel Hammet, Maxwell Grant y otros muchos, algunos de los cuales (desgraciadamente pocos) han conseguido por fín el reconocimiento merecido a su obra.


Doc Savage era un científico superlisto y fuerte que iba por el mundo combatiendo a científicos locos, junto a cinco amigos científicos también. Seguiré mostrando a estos héroes en sucesivas entradas.

domingo, 11 de abril de 2010

HISTORIAS SELECCIÓN DE EDICIONES B + JOYAS LITERARIAS JUVENILES


Ediciones B y Zeta Bolsillo han recuperado los clásicos ilustrados que llevaron a generaciones de jóvenes a recorrer el mundo con el capitán Nemo, explorar islas misteriosas con Simbad o cruzar el acero para luchar contra Richelieu. Embárcate y lleva contigo a todos aquellos que nunca han viajado a la Isla del Tesoro. Hay personas que han navegado a bordo del Pequod buscando a la Ballena Blanca -cuchillo en boca, arpón en mano, piel tostada por el sol y el alma convertida en un húmedo y lluvioso noviembre-y personas que no lo han hecho. Como también hay gente que ha viajado a la luna, ha buscado tesoros con Jim Hawkins, se ha batido a estocadas con los esbirros del cardenal Richelieu, ha cruzado la selva con Sandokán y ha recorrido las praderas de Norteamérica con Ojo de Halcón y los últimos mohicanos... y gente que no. Las aventuras que muchos sólo han alcanzado a imaginar, otros las han vivido en primera persona: cuando uno entra en este territorio, ya no lo abandona jamás.Consciente de ello, dos sellos editoriales han decidido recuperar los clásicos de la novela de aventuras que -en diversas ediciones desde los 50 hasta los 80 formaron el armazón sentimental de muchos jóvenes. La editorial ha lanzado al mercado dos colecciones. Una incluye las versiones ilustradas de 12 clásicos -Moby Dick, Un viaje a la luna, La isla del tesoro, Ben -Hur, Sandokán, Las mil y una noches, Los tres mosqueteros, Entre apaches y comanches, Las aventuras de Tom Sawyer, Robinson Crusoe, Sissí y El último mohicano bajo el sello Zeta Bolsillo y la otra, en Ediciones B, recupera a la vez las obras de Julio Verne y Emilio Salgari llevadas a la historieta en tomos a color de gran formato. Además, el País regala los sábados una joya literaria juvenil ilustrada.

jueves, 8 de abril de 2010

Capítulo 9: TRAS LA TORRE OSCURA

Uno de los autores más injustamente menospreciados de nuestros días es el norteamericano Stephen King. Yo mismo he pasado muchos años bromeando sobre la discutible maestría de alguien que lanza al mercado un ladrillo de 800 páginas año sí, año también. Hasta que llegó a mis manos la primera entrega de la que él mismo considera su más importante legado literario: la saga de La Torre Oscura, titulada en su día La hierba del diablo y rebautizada en castellano como El pistolero. Stephen King comenzó este primer libro de la serie antes que ninguna otra de sus obras, en los tiempos de sus estudios universitarios, si bien no salió a la venta hasta 1982, tras su consagración como autor de bestsellers de éxito. La última y definitiva entrega, titulada simplemente La Torre Oscura, salió a la venta en 2004.

Portada de la edición en castellano de El pistolero.

He descubierto que hay un Stephen King que no se dedica al terror, lejano en muchos aspectos al autor de Carrie, El resplandor y La tienda. El Stephen King de La Torre Oscura se erige en narrador fantástico, alejando su universo del nuestro y situándonos súbitamente en un árido desierto en el que alguien a quien no conocemos llamado "el pistolero" persigue a otro desconocido, al que llama "el hombre de negro". La historia parece estar más que comenzada cuando llega a nuestros ojos, y se despliega en un escenario de dimensiones colosales, mezcla del lejano Oeste de los cowboys, las pesadillas de Lovecraft, la leyenda artúrica y los territorios pseudo-medievales de Tolkien.

Ilustración de portada de la precuela en cómic de La Torre Oscura.

A propósito de Tolkien, decir que la Torre Oscura a la que se refiere el título de la saga no es aquélla en la que vive Sauron, sino una especie de portal dimensional que, de alguna manera, no sabemos si verdaderamente existe como un lugar físico o es más bien alguna clase de Santo Grial de la mente. Consigue King una ambientación tan poderosa que esta Torre Oscura, tan solo después de ser mencionada un par de veces, se convierte en un elemento tan atractivo para el lector que se encuentra uno dispuesto a seguir leyendo los libros de la saga hasta el final para saber qué hay en su interior, y si el protagonista, el pistolero (no creo que destripe nada del argumento si digo que su nombre es Roland, como el del cantar de gesta nacional francés) logra encontrarla y desvelar sus misterios. Que conste que con Stephen King nunca podemos dar por sentado lo que creemos que va a suceder.

El pistolero Roland en una de las muchas ilustraciones existentes sobre la obra.

Stephen King va dosificando la información sobre sus personajes con mucha sutileza, hasta el punto de que deseamos no saberlo todo y mantener el misterio abismal que los rodea. El pistolero Roland encarna el héroe parco en palabras de tantas obras clásicas de aventuras, recuperado de forma directa del moralmente ambiguo Clint Eastwood de El bueno, el feo y el malo, mientras que el hombre de negro, una especie de hechicero, es una figura que inspira temor precisamente por lo poco que se nos da a conocer sobre ella.

Creo que este personaje, llamado "El Rey Carmesí" es el gran villano de la saga.

La inspiración para la saga viene de un poema de Robert Browning, Childe Roland to the Dark Tower Came ("El muchacho Roland vino hacia la Torre Oscura"), incluido en los apéndices de El pistolero, pero creo que sus referencias, además de las antes apuntadas, son tan variadas y dispares que puede uno mencionar desde el mundo del cómic hasta las canciones de The Beatles. Además, y para aumentar todavía más el peso cultural de la saga, King ha hecho figurar personajes y situaciones de La Torre Oscura en otras novelas suyas como It, La niebla, El talismán, El resplandor, La zona muerta o La historia de Lisey. Es como si este inusual autor arraigase La Torre Oscura en el acervo cultural del resto de su obra como novelista, como si cada uno de sus personajes clásicos (la telequinética Carrie, el enloquecido Jack Torrance y hasta el payaso Pennywise) hubiese oído alguna vez hablar del pistolero Roland y sus andanzas en pos de aquello que espera encontrar cuando finalmente ascienda los escalones de la Torre que hay más allá del espacio y el tiempo. Quien no se haya atrevido todavía con estos libros, está perdiendo su tiempo de una manera lamentable.

Capítulo 8: CIENCIA-FICCIÓN EN EL DIVÁN


Hace unos meses me lancé sobre una de las bonitas reediciones que la editorial Zeta, bajo el título de Nova, está realizando de algunos clásicos absolutos de la ciencia-ficción. En concreto, me hice con Pórtico, la multipremiada novela de Frederik Pohl que cuenta con unas cuantas secuelas. Las referencias no podían ser mejores (premio Hugo, Nébula y John W. Campbell), además de comentarios favorables en mi entorno. En fin, que todo parecía apuntar en una dirección distinta de la que al final tomó mi lectura: decepción. No estoy diciendo que Pórtico (1977) sea mala, sino que seguramente esperaba algo distinto. Explicaré, por supuesto, los motivos de este juicio de valor tan personal.

La premisa es sublime: el descubrimiento fortuito de un asteroide -que se mueve en una órbita inusual cercana a Venus- cuajado de pequeñas naves construidas hace eones por una cultura extraterrestre de la que no se sabe ab-so-lu-ta-men-te nada, y que es conocida como la raza heechee, supongo que por nombrarles de alguna manera. Ante las vastas posibilidades que ofrece la exploración espacial con tales naves, que son capaces de viajar a velocidades inmensas y alcanzar puntos remotos del espacio, surge un problemón: los seres humanos no tenemos ni la más remota idea de cómo se pilotan ni de cómo se establecen las coordenadas del viaje. Se logra, por lo menos, saber cómo se ponen en marcha, y gracias a eso se establece un sistema por el que, cualquiera con la valentía suficiente, puede montar en una y dejarse llevar. En algunos casos, el viajero y sus acompañantes pueden regresar con algún objeto extraterrestre recuperado, por lo que se obtiene una recompensa monumental en metálico; en otros, el viaje es demasiado largo -o la nave se acerca a algún astro peligroso, pongamos un agujero negro- de manera que los viajeros mueren, de manera casi siempre brutal y agónica. Si a eso le sumamos que la acción tiene lugar en un futuro no muy lejano en el que la superpoblación produce hambrunas planetarias en la Tierra, y en el que la sociedad se ha estratificado de manera radical según el nivel económico, nos encontramos con un caldo de cultivo ante el que cualquier escritor del género se frotaría las manos.

Portada de la reciente edición española.

Pero Frederik Pohl prefiere abordad su obra desde el punto de vista de la novela convencional, realista incluso, dejando aparcada tan fabulosa premisa y dedicándose, de forma exhaustiva y total, al análisis psicológico de los personajes (sobre todo el protagonista) y sus relaciones personales mientras, en Pórtico -que así se llama el asteroide-, esperan a que les llegue el turno de participar en tan peculiar ruleta rusa. Pasan más y más páginas sin que ocurra nada, sin que lleguen las aventuras que uno desea leer, sin despertar una genuina expectación hacia ese universo inexplorado que promete emociones fuertes. Y para colmo, para cuando llegan los primeros viajes al espacio, son narrados con una tremenda frialdad científica, con mucha brevedad y hasta desengaño, y de nuevo se da preponderancia a cómo se relacionan los viajeros, unos con otros, en las estrechas navecitas de los heechee. Esto es: imaginación y aventura, absolutamente ninguna de ninguna clase.

Ilustración de portada de una de las ediciones en inglés.

En fin, que cuando Pórtico termina, se tiene la sensación de que se ha leído lo que en cualquier otra novela serían un par de capítulos. Lo sabemos todo sobre el protagonista, Robinette Broadhead, desde sus traumas de infancia hasta su forma de entender la sexualidad, pero ninguna de las promesas de aventura que se nos hacen queda cumplida. Evidentemente, y como amante de una ciencia-ficción seria, abogo porque el nivel de calidad no descienda en favor de batallitas con rayos láser o criaturas extrañas contra las que luchar, pero pienso que el problema es que Pohl utiliza el género como pretexto para realizar una narración de realismo social (futurista, si nos empeñamos) que, por lo menos en mi caso, me hace sentir un tanto frustrado por las oportunidades desaprovechadas. ¿Tienen miedo algunos autores de que se menosprecie su trabajo si no se centran, como siempre siempre sieeeeempreeeee, desde los años del Modernismo, en el conflicto interior del personaje, en menoscabo del argumento? ¿Por qué tanta fijación hacia el mundo interior de los personajes? ¿Tan malos lectores somos que necesitamos identificar nuestras neuras con las del protagonista de un libro para que dicho libro nos interese? Después de leer Pórtico, ya no me cabe ninguna duda de la minoría de edad en la que vive una buena parte del mundo literario actual. Ante eso solamente cabe la decepción, o pensar que, en novelas como Pórtico, sea en las secuelas donde empecemos a disfrutar de una ciencia-ficción verdadera, sin timideces. Puedo incluso imaginar cómo quedaría esta novela en concreto si la llevase al cine el director que mejor se ajusta a su tono y contenido: Woody Allen. Como suena.

P. D. Reconozco, eso sí, que si uno va prevenido de antemano, la novela seguramente no le decepcionará tanto como a mi.

lunes, 5 de abril de 2010

EL CLUB DUMAS



Acabo de terminarlo. En el libro, Lucas Corso, cazador de libros antiguos (incunables), recibe dos tareas, por un lado certificar la autenticidad de un fragmento del libro de los tres mosqueteros, el cual se corresponde con el capítulo del Vino de Anjou. Por otro lado, también debe dilucidar la veracidad de los grabados que se encuentran en el libro titulado Las Nueve Puertas, escrito por Aristide Torchia, el cual contiene la clave para invocar al demonio, siguiendo el antiguo libro llamado delomelanicom. Me ha sorprendido, pero intuyo que Pérez Reverte tenía pensado desarrollar una saga de aventuras protagonizadas por Corso, pero que, a pesar de las ganas que tendría de hacer un libro sobre Los 3 mosqueteros, la trama era demasiado endeble en contraste con la "luciferiana". Así que Arturo, deseoso de plasmar todo lo que sabe como superfan de Dumas, volcó todo eso mezclando las dos tramas, esforzándose por hacer paralelismos entre ellas, sin que ni a nosotros (ni a Roman Polanski) le interesara la parte del folletín. A Francisco Umbral tampoco le debió gustar, pues sería tras la lectura de esta entretenida novela que dijo aquello de: "la diferencia entre este hombre y yo, es que mientras él leía folletines de Dumas yo leía a Shakespeare". A mí me sorprendió ver a Reverte tan documentado en la fantasía ocultista, no parece él. Es versátil. Y es que se nos olvida que Arturo también ha sido lector confeso de muchísimos tebeos. Es una buena obra, pese a no alcanzar a Umberto Eco, como proclaman en los elogios de sus frases promocionales. Existirá algún Lucas Corso disperso por el mundo… Es un personaje que Pérez- Reverte debería retomar y no lo ha hecho.

sábado, 3 de abril de 2010

Capítulo 7: PESADILLA POLAR

Portada original del ejemplar de Astounding Stories con el texto de Lovecraft.

A principios del siglo XX, una expedición al todavía inexplorado continente antártico sacó a la luz (o al menos eso se empeña en decir el autor de la narración a la que me refiero) la sorprendente noticia de que, resguardada de todo conocimiento humano por las vastas extensiones heladas cuyo clima inhóspito es disuasorio para la vida de nuestra especie, se encuentra la cordillera más alta de nuestro planeta, y tras ella una meseta que parece contener insospechados restos arqueológicos.

En este mapa de la Antártida está marcada en rojo el área de los hallazgos.

Esta noticia, si bien podría haber causado regocijo en el mundo académico y en el de los intrépidos exploradores de antaño, se torna en aterradora al saber, según se relata con tremendas precauciones, que las elevadísimas cimas de las montañas han sido esculpidas con formas tan extrañas que se diría que su modelado no ha podido ser obra de los elementos naturales.

Recreación aproximada de la cordillera descubierta, a cargo de un artista anónimo.

Todavía más inquietante resulta el hecho de que, tras esta cordillera de alturas descabelladas existe toda una ciudad deshabitada, la más antigua de todas las halladas en el mundo con miles -o millones- de años de diferencia, excavada seguramente en la roca misma de la meseta, y en cuyos gigantescos corredores subterráneos se han podido encontrar los testimonios, en forma de bajorrelieves, de la civilización prehumana que los habitó en tiempos más que pretéritos.

Recreación de la ciudad de la meseta antártica, por un artista anónimo.

Monstruosas criaturas en forma de barril y con inusuales tentáculos fueron quienes, en tiempos tan remotos como nuestro planeta, llegaron aquí desde las profundidades abismales del cosmos, (cosa que sabemos gracias, en todo caso, al infame Necronomicón y los no menos blasfemos Manuscritos Pnakóticos, todos ellos custodiados en la universidad de Miskatonic) con intención de establecer su repugnante imperio en la que hoy llamamos "Tierra".

Howard Phillips Lovecraft (sin duda en un acto promocional)
posa junto a la reproducción de uno de los bajorrelieves.

Muy pocos de los científicos que participaron en la misión pudieron regresar con vida de tan espeluznante emplazamiento, ya que tuvieron lugar ciertos incidentes de los que no es conveniente hablar aquí. Solamente uno de ellos, el geólogo William Dyer, atemorizado con la posibilidad de que alguna clase de ser siga habitando aquel paraje yermo y pueda amenazar nuestra civilización aun en nuestros días, se decidió finalmente a contar su imposible historia. Lo hizo con mucho más detalle del que he empleado yo, a través del afamado autor de Providence H. P. Lovecraft, que recogió tan aberrante narración en el texto que bautizaría como En las montañas de la locura (1936) para su publicación en la tristemente desaparecida revista de divulgación Astounding Stories. Recomiendo fervientemente la lectura de tal documento, previniendo a los aventureros que se atrevan a ello de que, tras desentrañar sus secretos, puedan abandonar todo deseo de seguir llenando los espacios en blanco que quedan en los mapas.