lunes, 18 de enero de 2010

Capítulo 1: LOS HIJOS DE DRÁCULA

En 1897 se publicó la novela que establecería para siempre al más famoso de los vampiros como arquetipo inamovible de su raza, además de convertirse en la figura cumbre del género de terror en todas las artes: el Conde Drácula. Inspirado tanto en la novela gótica victoriana como en el folclore de la Europa oriental, el irlandés Bram Stoker realizó la más famosa pieza de literatura epistolar -basada en cartas- que se haya concebido hasta el día de hoy.

Primera edición de Drácula.

Desprovisto de todos los atavíos de Don Juan de opereta que más tarde le otorgó el cine, el vampiro de Stoker era viejo y delgado, e iba completamente vestido de negro, con cejas y nariz prominentes, y con pelo en las palmas de las manos, además de un bigotazo. También poseía una enredada cabellera y labios carnosos. En fin, que Bram Stoker, si bien no visitó Transilvania para recrearla en el primer tramo del libro, sí que debía tener cierto conocimiento de la historia de Vlad Tepes, el príncipe de Valaquia conocido por la crueldad que desplegaba en sus afanes por mantener a raya el avance de los turcos, probablemente por aquello de disuadirles metiéndoles miedo con lo que les esperaría si ponían sus pies en la actual Rumanía. Se dice que pertenecía a la Orden de los Dragones, y de ahí vendría el nombre del personaje literario.

Drácula, sin embargo, es una de las novelas que con mayores infidelidades se ha topado en su interpretación con el paso de los años. La obra basaba su mensaje en el miedo de la encorsetada sociedad británica a todo lo que supusiese un cambio o una ruptura de las reglas del buen gusto: el vampiro es un tipo raro, extranjero para más morbo, que se cuela en las habitaciones de señoritas de prístina inocencia para alimentarse de su sangre, que viene a ser -visto con malos ojos, naturalmente- una forma un tanto retorcida de erotismo. Y los demás personajes no dejan de expresar su infinita admiración por la bondad y la cortesía de cada uno de ellos, consiguiendo que las acciones del Conde parezcan todavía más despreciables al tratarse de una panda de gente tan buena: Mina y Jonathan Harker, el doctor Seward, Arthur Holmwood y Quincey Morris, Lucy Westenra y el entonces buenazo de Van Helsing. Tampoco falta una visión... digamos... ingenua de los roles de hombres y mujeres en la sociedad.

Fotograma de Nosferatu.

En fin, que unos cuantos años después llegaría a las pantallas mudas Nosferatu, una sinfonía del horror (1922), de F. W. Murnau, el primer gran intento de adaptar Drácula -si bien no se llamó del mismo modo por no pagar derechos a la viuda de Stoker-. La trama es distinta, aunque las bases están ahí. Curioso es también el posible miedo al extranjero que podría desprenderse de la película: el conde Orlok trae consigo una plaga de ratas. Después se estrenaría la famosa adaptación de Tod Browning, no muy acertada para mi gusto, ya que está basada en una obra de teatro que no tiene demasiado en cuenta la atmósfera romántica de la novela. En Drácula (1931), eso sí, nos encontramos con la magnífica actuación de Béla Lugosi, cuyo personaje de talante aristocrático y ligón es heredado de El Vampiro de J. W. Polidori, no del de Stoker, aunque la caracterización de Lugosi ha quedado ya casi fijada como canon. De ahí salió el interesante aunque económico Conde de la Hammer Films un par de décadas después, encarnado por el inolvidable Christopher Lee en múltiples -y en algunos casos, delirantes- secuelas y crossovers. El último Drácula a la antigua fue el de John Badham en los '70, en la piel del demasiado guaperas Frank Langella. Francis Ford Coppola le dio en los '90 un barniz enrarecido y le salió una especie de folletín romántico, no tan fiel como prometía el título Drácula de Bram Stoker, pero sí brillante en su factura. Hubo una olvidable Drácula 2000 y un más olvidable spin-off de Van Helsing del que ya hablaremos.

Cartel de Drácula (1931).

Como hay muchas más películas de Drácula y multitud de cómics, series de televisión y relatos sobre el vampiro, no me extenderé más de la cuenta e iré al grano: el vampiro en la actualidad sigue vivo, pero no se si para bien. Hace unos años pude leer la muy recomendable La historiadora, de Elizabeth Kostova, enclavada para su desgracia en la generalmente infumable corriente actual de la novela histórica de investigación. Me bastó leer la frase "yo soy Drácula" en una de las páginas para saber que la cosa iba en serio, por mucho que el descabellado argumento (que incluye un complot para dotar a los líderes de la U.R.S.S. de la inmortalidad del legendario empalador) pudiese parecerme imposible en un principio. Tampoco parece estar mal del todo la saga vampírica de Anne Rice, aunque no opinaré porque todavía no la he leído. Eso sí, pudo sembrar las semillas de lo que vendría después...

Edición americana y española de La historiadora.

Me refería a los vampiros de Crepúsculo, chupóptera la Stephenie Meyer del carácter amatorio de los Dráculas post-Bram Stoker, aunque arrancándoles a todos ellos su inquietante presencia para convertirlos en objeto de deseo de instituto. Paliduchos, longevos, sedientos en plan yonqui y poco más. Se veía venir tras los nosferatus macarras de Jóvenes ocultos, las peripecias acrobáticas del comiquero Blade, y también tras la pseudo-saga Underworld, que parecen estar asentando nuevos cánones: la presencia de vampiros en nuestra sociedad, de forma encubierta, y una supuesta lucha milenaria entre vampiros y hombres lobo.

Ediciones en español e inglés de Drácula, el No-muerto.

Tampoco me parece muy halagüeña, a priori, la perspectiva de leer Drácula, el No-muerto, novela de reciente aparición que, bajo el nombre de un descendiente directo de Bram Stoker, Dacre Stoker, podría ocultar una mera oportunidad de explotar el reciente renacimiento vampírico. No se si será el caso, pero ciertas premisas argumentales de esta obra me hacen pensar que el título de esta entrada puede ser más acertado de lo que sospeché al redactarlo. Seguiremos hablando de vampiros en otra ocasión.

P. D. Pensaba añadir el famoso retrato de Vlad Tepes en la parte superior del texto, pero aunque he encontrado unas diez imágenes del mismo, no me ha funcionado la herramienta "añadir imagen" con ninguna de ellas... tratándose de un personaje tan singular, prefiero no insistir.

2 comentarios:

  1. Drácula, el no muerto, te gustará durante las primeras 50 páginas.
    El resto, es tan lamentable que terminarás leyéndolo por masoquismo y querer ver si por una jodida vez, saldrá Drácula y podrás aplaudirlo.
    Lamentablemente, eso no sucederá.
    Un saludo.

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  2. Es que empeñarse en escribir la secuela de un libro así...Vaya un papelón el de Dacre Stoker...

    Gracias por comentar. Por cierto, ¿has leído La historiadora? Cada vez que pienso en él, creo que me gusta más.

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